La han puesto en poquísimos sitios en los que solo ha durado una semana. Me ha tocado ir a una sala en versión original y todo.
No es que me importe, total, si están todo el rato cantando, pero hay que ir a Madrid, coger el metro, buscar el cine y buffff, me da una pereza espantosa.
Pero mira por donde, ha merecido la pena. Porque me ha encantado.
Y desde luego, no ha sido por la brillantez de la historia, porque es más simple que el palo de una escoba.
Historia de amor entre chico pobre y niña rica a finales de los sesenta, en pleno apogeo de la guerra de Vietnam y el inicio del movimiento de protesta contra ella.
Muy bonito y muy concienciado todo.
Tampoco es que las coreografías y el componente visual sea lo más impactante que se halla visto en una pantalla de cine. Ni por asomo.
Pero es que, dios, las canciones, las versiones de las canciones de Los Beatles que tiene la peli son tan buenas, tan bonitas, tan maravillosas, que no se me van de la cabeza.
Y lo mismo me da las más conocidas que las que menos.
Yo no soy una fan recalcitrante, ni de lejos. Me gustan mucho, de siempre, eso sí, pero sin excesos. Como el considerar un sacrilegio el versionarles, que supongo que habrá gente por ahí que lo piense.
Pero, en fin, el considerar un sacrilegio esto:
Joe Cocker siempre me ha puesto nerviosa, pero mola...
Esto:
No, no son Janis Joplin ni Jimmi Hendrix, más quisieran, pero molan...
Esto:
Preciosísima.
Que narices, si hasta esta es una gozada...
Pues así hasta unas treinta. Aquí están casi todas, por si hay ganas.
Considerar un sacrilegio esto, es tener ganas de tocar las pelotas, con perdón...
Ya, vale, si tanto me gustan, podría ir y comprarme directamente el disco, pero, jo, ver en pantalla una historia de amor tontorrona, muy tontorrona, apetece de vez en cuando.
Que una no es de piedra.
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¡Tengo posibilidades!